lunes, 5 de abril de 2010

REFLEXIONEMOS, DIJO EL CREYENTE. Y SE CONVIRTIÓ EN ATEO.



- ¿Me negará usted que gracias a la idea de Dios existe el arte? No todo el arte, claro, pero en fin....
- ¿Cómo lo voy a negar? Todos los pueblos han eregido templos, estatuas; todos han escrito himnos a partir de su idea de Dios y de la religión. Es cosa que salta a la vista.
- ¡ Entonces !
- Entonces no me demuestra usted nada, que es lo que en el fondo pretende hacer.
- Sin esa creencia en Dios no habría arte.
- No habría ese arte al que usted se refiere, pero habría otro, el que no está inspirado o basado exactamente por una idea religiosa. Lo que ocurrió en occidente, aproximadamente desde el Renacimiento.
- O sea, que usted no siente el arte religioso.
- Arte y arte religioso son dos cosas muy diferentes, el arte puede ser arte, sea la que fuere su inspiración. Y yo, aunque usted no lo crea, me extasío ante una catedral gótica, ante un templo románico y no digamos ante el Partenón.... ya ve usted, todos templos inspirados por la religión.
- Luego reconoce usted...
- No, no reconozco lo que usted intenta haceme reconocer. Es más, le voy a dar una fórmula para que distinga perfectamente entre un monumento, ya que hablamos de templos, entre un monumento artísitico y otro religioso.
- Me gustaría saberlo.
- Pues mire, un monumento artístico es aquél que continúa siendo artísitico aunque haya perdido su función religiosa, ¿comprende ahora porqué me gustan las catedrales góticas y el Partenón?
-Bien, de acuerdo, le comprendo perfectamente, pero de todas maneras en el orígen del arte hay una idea religiosa.
- Generalmente sí, por lo que conocemos, pero no es una ley que se pueda aplicar universalmente. El hombre, ante lo desconocido, intenta conjurarlo, sublimarlo, quizás apoderarse de eso mismo desconocido, entonces surje la religión, el deseo de un dios que lo explique todo, etcétera, etcétera... pero los años pasan y esos deseos cambian...
- Quizas no fueran deseos.
- Bueno, pues ponga usted que fueron necesidades, es igual, el hombre expresó artísticamente su creencia en Dios.
- Luego, lo reconoce usted...
- Reconozco lo que le he dicho y no lo que usted está intentando hacerme creer. Yo puedo ser ateo, pero no soy tonto y usted intenta por todos los medios demostrarme la existencia de Dios.
- Como sujeto e inspirador de arte.
- ¡ Acabáramos. Ahora resulta que a partir de la existencia del arte religioso, realidad innegable, quiere usted hacerme creer que ese arte lo inspiró Dios.
- Una cosa así.
- Pero hombre de dios, y fíjese que utilizo expresiones dignas de un creyente, si como ya le dije en una ocasión admito los textos sagrados como textos y no como revelaciones, cómo no voy a admitir la existencia del arte religioso sin creer en que esa existencia demuestra la de dios. Es la idea que el hombre se hace de dios la que inspira el arte realizado por los creyentes, lo cual, y lo siento por usted, tampoco demuestra la existencia de dios.
- Es usted desesperante.
- Quizás, pero me encantan las catedrales góticas....
Dialogos del ateo.
José Ignacio Ferreras.

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