miércoles, 3 de octubre de 2012

EL VINO


Hubo un hombre vizcaíno, por nombre llamado Juan,
peor comedor de pan, que bebedor de buen vino,

Humilde de condición, y de baxos pensamientos,
     de corta disposición           y de flaca complexión, pero de grandes alientos.
 Fue devoto en demasía, especial de San Martín,
y de los montes del Rin, y valles de malvasía.
 Y con esta condición, aunque delicado y flaco,
prometió con devoción, obediencia y religión,
al poderoso dios Baco.
 En la cual fue tan constante, que el fervor de la niñez
(creciendo con la vejez) iba con tino adelante.
 Y con el fuego de amor, su rostro todo inflamado
de aquél divino licor, mudó su propia color,
de moreno a colorado.
 Tuvo con esto a la par, una risica modosa
de Marta la piadosa, dispuesta para colar
y de la continuación, del estrecho coladero
hízosele en conclusión, sed perpetua en el pulmón
y callos en el gargüero.
 Por lo cual fue menester, sin que excusar se pudiese
que siempre, siempre tuviese, por no morir qué beber,
pero junto al paladar, tuvo una esponja por vena
que acabada de mojar, se le tornaba a secar,
como el agua en el arena, de suerte que todavía, 
la sed se le acrecentaba,
porque la que la mataba, eso mismo la encendía.
 Y las ganas le crecían, como llamas en la fragua
que se avivan y se crían, cuanto más más la rocían
los herreros con el agua.
 Y con esta sed devota, hecha natural costumbre,
no le era más una azumbre, que si bebiera una gota.
 Y el estar así embebido, en el beber de contino,
andaba tan aturdido, encorvado y sometido
al espíritu del vino.
 En fin, su beber fue tal, que mil veces pereciera
si Dios no le socorriera, con un amo liberal,
mas no bastando a la larga, renta, viña ni majuelo,
a matar la sed amarga, hubo de dar con la carga
como dicen, en el suelo.
 Mientras monedas había, que la bolsa lo bastaba,
con ella se remediaba, lo que la gana pedía.
 Pero no pudiendo dar, fin a tan larga demanda.
a luego luego pagar, fue menester enviar,
sus prendas a Peñaranda.
 Las más parte de las cuales, por sus cuentas rematadas,
y en un jarro sepultadas, quedaron por sus cabales.
 Es lástima de decir, y mayor era de ver,
que al tiempo de despedir, ojos que las vieron ir
nunca las vieron volver.
 Bebió calzas y jubones, y en veces ciertas espadas,
camisas de otro labradas, bolsas, cintas y cordones.
 Bebió gorras y puñal, y papa higo y sombrero,
y el sayo que era el caudal,
y en el axuar principal, que fue las botas y cuero.
 En fin bebió sus alhajas, hasta no dejar ninguna,
consumidas una a una, al olor de las tinajas,
 Y demás de eso bebió, todo cuanto pudo haber,
hasta el cuero en que paró, que cosa no le quedó
sino el alma que beber.
 Yéndose pues a morir, porque el beber fallecía,
y si siempre que no bebía, era imposible vivir,
arrimado a la pared, hincó en tierra los hinojos,
por pedir a Dios merced.
 Y dixo muerto de sed, llorándole entrambos ojos,
¡Oh, dios Baco poderoso, mira que bien te he servido,
no me eches en olvido, en trance tan peligroso.
 Mira que muero por ti, y por seguir tu bandera,
y haz siquiera por mí, si es fuerza morir aquí,
que al menos de sed no muera.
Acabada esta oración, sin del lugar menearse,
súbito sintió mudarse, en otra composición,
el corpezuelo se troca, aunque antes era bien chico,
en otra cosa más poca, y la cara con la boca,
se hicieron un rostrico.
 Las piernas se le mudaron, en unas zanquitas chicas,
los brazos en dos alicas, encima del, asomaron,
cobró mas el dolorido, dos cornecicos por cejas,
por voz un cierto sonido, a manera de ruido.
enojoso a las orejas.
 En fin fue todo mudado, y en otro ser convertido,
pero no mudó el sentido, solicitud y cuidado,
quedándole entera y sana, inclinación y apetito,
sin mudársele la gana, mudó la figura humana,
y quedó hecho un mosquito.

Cristóbal de Castillejo (1490-1550) aunque monje, llevó una vida disoluta. Tuvo amoríos y un hijo natural,  pasó por dificultades económicas, ya que malgastó todos los beneficios y prebendas que sus cargos le proporcionaban. Viajando por toda Europa, perdió al cabo las esperanzas de regresar alguna vez a  España, como cuenta evocando un famoso romance "Tiempo es ya, Castillejo, / tiempo es de andar aquí".

1 comentario:

Anónimo dijo...

El cuento de Castillejos hay que publicarlo en Nafarroa después inmediatamente del chupinazo