sábado, 29 de octubre de 2011

BLACK NIGHT.


Recuerdo muy bien cuándo escuché por primera vez esta canción en la radio, en una calurosa tarde de verano, en 1970. Por entonces yo era un adolescente indisciplinado y levantisco que procuraba más a menudo de lo conveniente o aconsejable, huir de la jurisdicción familiar y de las obligaciones que me imponía mi padre. Tras simular cumplir la orden impuesta, obligado por mi padre quiero decir, a hacer la siesta; intentaba escapar del perímetro donde mi progenitor ejercía su autoridad para, sin licencia, satisfacer la necesidad de sentirme libre. Había acordado con unos amigos en ir a bañarnos en la balsa de una huerta cercana, en la que a primeras horas de la tarde no habría nadie que pudiera prohibirnos el baño en unas sucias aguas de color verde, que no nos mojaban, mientras permaneciéramos de pie, más arriba de las rodillas, y en las que pululaban algún que otro renacuajo y algunos “sapejos chiquitíscos” de los que no alcanzábamos a saber que animal pudieran ser, si insecto o pez y que no suponían obstáculo alguno, puesto que con la agitación y griterío de la chiquillería, huían de nosotros a refugiarse al fondo, entre el cieno, en el que, a veces, nos encontrábamos con la sorpresa de algún objeto cortante: piedras, vidrios, incluso hojalatas oxidadas. Más de una vez provocó, con el consiguiente disgusto paterno, inyecciones antitetánicas. Contribuía a aplacar el calor de la tarde un impresionante nogal a cuya sombra se asentaba la balsa.

Vana ilusión mía. Mis ansias de libertad se truncaron justo al acceder al zaguán tras haber bajado la escalera con todo sigilo. El pescozón llegó sin avisar y el empujón posterior, sin consideración alguna, me lanzó al corral directamente. Antes de que pudiera reaccionar ya tenía en mi mano un martillo de orejas con la orden de extraer los oxidados clavos de un destartalado cajón de madera, de esos que se utilizaban para el trasporte de la fruta. A la sombra de una tapia, sentado en una piedra, frustrado, airado, rabioso y mordiéndome la lengua para no agravar la situación, escuchaba en una vieja radio a pilas la única emisora que alcanzaba a sintonizar el aparato, Radio Popular de Albacete, un programa musical de actualidad. De pronto, ahí estaba ella… Blak night…. Black night..… al primer riff de guitarra me lancé a subirle el volumen al aparato de radio, circunstancia que incomodó a mi padre que, sin embargo, no me prohibió, Black night…. Black night… noche negra, noche negra…. Una canción granítica, rocosa… heavy.

Muchas otras tardes de aquel verano las pasé escuchando la radio junto a la misma tapia del corral, afanado en los quehaceres que imponía mi progenitor, asociando para siempre Black Night a mis frustraciones veraniegas.






4 comentarios:

Llanos Guillén dijo...

Me encanta tu recuerdo, Herminio. Me has hecho sonreír y recordar otras charcas y otras fugas :)
Un abrazo...y no abandones tanto a tus seguidores!!!

Está bonita la vera dijo...

Coincido contigo en las escapadas de las siestas, ¡que distintas las de ahora!, digo las siestas, porque escapadas, escapadas...
Me parece muy bueno el estilo literario de tus recuerdos. Insiste, insiste por eso, por las coincidencias y por que muchos de esos recuerdos y sensaciones serán comunes.

Julio Jesús Tébar dijo...

Excelente artículo, Herminio. Un clásico como debe ser, cargado de recuerdos y buenos momentos de los que siempre permanecerán imborrables en nuestra memoria.
Has conseguido algo muy importante: que no pueda marcharme a dormir sin buscar antes el fabuloso disco "In Rock" para volver a disfrutar este temazo con los auriculares al máximo volumen. Y, por si eso fuera poco, me has hecho sonreír.
Enhorabuena por el blog. Sabes que es mi favorito y siempre espero con impaciencia e ilusión cada nueva entrada.
¡Un abrazo, amigo!

Anónimo dijo...

Yo recuerdo otro parecio: Paranoid. Lo pinchaba Pedro Pastor en la Jemi, y mas de uno alucinabamos como cabras sin abernos metío más que un gin-tonic